Mayo 2013
La comuna de Oaxaca: lecciones de la lucha del 2006
De mayo a octubre del 2006, la lucha del magisterio y el pueblo de Oaxaca
puso en jaque al entonces gobierno del priísta Ulises Ruíz. Lo que comenzó como
una lucha de carácter reivindicativo, impulsada por la Sección XXII del
SNTE-CNTE, devino en uno de los procesos sociales más profundos de los últimos
años, abriendo una situación revolucionara en uno de los estados más
postergados del México actual.
La alianza del magisterio y el pueblo pobre de Oaxaca
El 22 de mayo, 70.000 trabajadores
organizados en la Sección XXII del SNTE-CNTE iniciaron la huelga, exigiendo la rezonificación
salarial. El magisterio realizó importantes movilizaciones y acciones de lucha
en los primeros días de huelga. El 2 de junio se realizó la primera megamarcha,
con la asistencia de 80.00 personas, que fue un indicador de que la lucha
magisterial generaba gran simpatía y apoyo entre la población. Como relataba La
Jornada: “Al frente se colocaron estudiantes de escuelas primarias y
secundarias, así como dirigentes de asociaciones de padres de familia. ‘Señor
gobernador, oiga a mi profesor’, ‘Maestro, luchando, también está enseñando’,
coreaban los escolares. ‘Magisterio y pueblo unido, jamás serán vencidos’, ‘Lo
quiera o no lo quiera, Ulises va pa’ afuera’, se escuchó durante el recorrido”
(3/6/06).
Esta movilización, en la que participaron
sindicatos agrupados en el Frente de Sindicatos y Organizaciones Democráticas
de Oaxaca (FSODO), enarboló demandas contra el gobierno represor y por la
libertad de los presos políticos. La respuesta del gobierno fue la amenaza de
represión, que amagó con desplazar a 1500 efectivos de la Policía Federal a la
entidad, si los maestros no regresaban a clases.
El 14 de junio, el gobierno estatal desalojó a
los maestros en plantón del zócalo de la capital utilizando gas lacrimógeno,
helicópteros y balas de plomo. Frente a la represión, los maestros, con la
solidaridad activa del pueblo oaxaqueño retomaron el zócalo y derrotaron el
intento policiaco. El movimiento, fortalecido, convoca a la tercera megamarcha
que aglutina a cerca de 300,000 personas, entre trabajadores, campesinos,
indígenas y amplios sectores populares. Como plantea un análisis: “De esta
forma, el fracaso de la represión marcó un salto en la lucha: por un lado, un
gobierno muy deslegitimado, a la defensiva y con escasa base social, y cuya
policía había sido derrotada, frente a un verdadero movimiento político de
masas de oposición al gobierno, el cual se encontró moralmente fortalecido por
la batalla del 14 de junio, y que a partir de eso estableció su control sobre
la capital del estado”. [1]
De tal suerte que el 15 de junio, surge la
Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que integra al magisterio, a
organizaciones obreras acuerpadas en la Federación de Sindicatos Organizados de
Oaxaca (FSODO), comunidades y organizaciones indígenas y hasta representantes
de diversos municipios y pueblos del Estado. Como plantea el mismo análisis: “La
APPO actuó incipientemente como un doble poder alternativo, con importante
dominio territorial y cuestionando en los hechos los poderes constituidos del
estado burgués provincial. Centralizó la lucha y organizó los bloqueos de
carreteras, comercios y hoteles, y la toma de edificios oficiales y de la Casa
de Gobierno, debido a lo cual Ulises Ruiz debió atender los asuntos de gobierno
en el Hotel Hacienda. Además, la APPO puso en pie el “Honorable Cuerpo de
Topiles” y la “Policía Magisterial de Oaxaca” (POMO), que funcionaron como
comités de autodefensa, y fue a través de la APPO que se expresó la solidaridad
popular organizada para garantizar los bienes básicos (en particular para el
magisterio que no cobraba sueldos). El centro de la ciudad y las radiodifusoras
tomadas fueron resguardados por barricadas con guardias rotativas para impedir
la entrada de las fuerzas represivas; igual rol cumplieron los bloqueos en las
principales carreteras que llevan a la ciudad. El plantón en la plaza central
(apoyado en “Radio Plantón” para mantener la comunicación con el movimiento),
se constituyó como el centro de un poder comunal (…)”. [2]
Dicho control territorial y comunal, se
extendió de junio hasta octubre e implicó la utilización de barricadas para la
autodefensa contra los grupos paramilitares que, durante todo el conflicto,
asediaron al movimiento con la intimidación, el secuestro y el asesinato. Como
da cuenta la prensa y los protagonistas, las barricadas estaban compuestas en
un 90 % por maestras y compañeras de las organizaciones indígenas, amas de casa
y estudiantes.
Con el curso de la lucha, comenzaron a
configurarse dos políticas y dos estrategias. Por una parte, la del sector
conciliador de la dirección de la Sección XXII y la APPO que pretendía llegar a
una acuerdo con el régimen y darle una salida “electoral” al conflicto y por
otra, la de la base magisterial, estudiantil y los sectores populares que
defendieron las barricadas hasta las últimas consecuencias y estaban por ir
hasta el final en la caída de Ulises Ruíz. Finalmente, ante la actitud impasible
de los sectores conciliadores, que avalaron la entrada de la PF, la base quedó
sola resistiendo la entrada militar y lo hizo heroicamente, protagonizando
batallas campales como la de Cinco Señores, donde los jóvenes - en particular
de la Universidad Benito Juárez- resistieron hasta el final contra las fuerzas
represivas.
¿Qué podemos aprender de la “Comuna de Oaxaca”?
En primer lugar, el lugar que ocupó la huelga
magisterial como método de lucha y como base de la alianza obrera campesina y
popular; y que, con la profundización de la lucha, impactó a otros sectores
como los trabajadores del Seguro Social, abriendo la posibilidad de que la
misma, paralizara al conjunto del Estado si se contagiaba a los trabajadores
industriales, petroleros o de la electricidad.
Además, el lugar que ocupó la movilización de masas encabezada por el
magisterio, que demostró el profundo descontento popular. Junto a ello, el
control territorial del centro de la Ciudad de Oaxaca que inició con un plantón
pero se extendió geográficamente e implicó el control de buena parte del
transporte, los medios de comunicación, el control y reparto de los insumos
para sostener la lucha, etc. Todo ello articulado en la APPO y defendido
militarmente con las barricadas, la POMO y el honorable, cuerpo de Topiles que
lograron mantener a raya a la policía y las fuerzas represivas durante cinco
meses.
Todos estos elementos plantean la fortaleza
que adquieren las luchas al acudir a los métodos históricos de la clase obrera (como
la huelga, la movilización callejera, el control territorial y la autodefensa) y
al dotarse de organismos de autodeterminación, donde las bases decidan
democráticamente cómo conducir la lucha.
Por todo ello, consideramos que en la Comuna de Oaxaca “(…) las masas
dieron todo lo posible de sí, sin contar con una dirección revolucionaria, y no
pudieron asegurar el triunfo de la lucha de la APPO y de sus reivindicaciones,
y que la misma fuera la primera batalla triunfante de una gran movilización y
lucha nacional contra el régimen capitalista”. [3]
Efectivamente, La Comuna abrió una verdadera
crisis revolucionaria a nivel estatal donde se plantearon dos caminos: o la
caída de URO producto de la acción de las masas insurrectas que abriera el
camino para poner en pie un gobierno obrero, campesino y popular, o que la
clase dominante y sus personeros retomaran el poder y el control de la Ciudad.
A pesar de ser derrotada, la lucha del pueblo
de Oaxaca dejó un enorme precedente para las luchas actuales. Actualmente, en
varios estados como Chiapas, Zacatecas, Estado de México, Oaxaca los maestros están
luchando contra la imposición de la Reforma Educativa de EPN, encabezando el
magisterio guerrerense que, con heroísmo y abnegación, persiste en el paro y la
movilización. El surgimiento del MPG y la adherencia de sectores obreros y de
la CRAC, puede ser el inicio de un proceso profundo de organización obrera y
popular donde las reivindicaciones del magisterio se liguen a las del conjunto
de los explotados y oprimidos del estado. Pero para ello es fundamental que el
mismo se transforme en un organismo democrático de decisión de las bases y las
comunidades. Por ello, sería enormemente auspicioso que la CETEG y la dirección
del MPG convoquen a los sindicatos, a los trabajadores precarios, a los campesinos,
indígenas y sectores populares, a poner en pie asambleas y a elegir
representantes de manera democrática para ir nutriendo al MPG en este sentido.
Al mismo tiempo es de vital importancia que el magisterio democrático no luche
de manera aislada, privilegiando las negociaciones “estado por estado”. Es muy
importante impulsar una lucha unificada a nivel nacional y que las
organizaciones obreras, campesinas, populares y estudiantiles, nos
solidaricemos activamente para echar abajo la Reforma Educativa y todos los
planes antiobreros del “Pacto por México”.
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