Corría
el año de 1989 y Carlos Jonguitud Barrios – dirigente de la corriente
magisterial priísta del SNTE denominada Vanguardia
Revolucionaria - había establecido un férreo control del sindicato durante
17 años, basado en la persecución de la disidencia. Cientos de maestros
democráticos habían sido reprimidos, golpeados o asesinados, y la organización
magisterial se había convertido en uno de los principales pilares del régimen
del PRI.
Si no hay solución, tomaremos
la sección
El 30 de
enero, la CNTE convocó al paro nacional para exigir la rezonificación salarial
del Distrito Federal como “zona cara”. Los maestros de primaria se pusieron a
la cabeza de la lucha y pelearon para que de las asambleas delegacionales se
nombraran a los representantes electos democráticamente para los Congresos en
las secciones 9, 10 y 11. Las anomalías registradas en el proceso y el peligro
de un charrazo, hicieron que los
maestros comenzaran a preparar medidas de lucha y convocaron al paro para el
ocho de febrero, día en que se efectuaría el Congreso de la Sección 9 del SNTE.
Ese día,
1500 maestros de base, con casi 200 delegados elegidos democráticamente a la
cabeza, organizaron una marcha por la
avenida Tlalpan y arribaron a las instalaciones de Belisario Domínguez 32 para cercar
el Congreso y exigir una discusión democrática. Ahí ya los esperaban las
fuerzas de choque de Vanguardia Revolucionaria y muy a duras penas lograron
entrar, pasando el cerco de golpeadores que tenían tomados los accesos.
Después
de una intensa lucha política, los charros introdujeron la vaguísima demanda
de “aumento sustancial”, e impusieron a
60 militantes de Vanguardia
Revolucionaria para dirigir el Comité Ejecutivo de la sección, acallando a
los disidentes y maniobrando la votación.
Los
delegados democráticos salieron al grito de “La base lo sabrá y luego se
vengará”, mientras afuera se dejaba oír el grito rabioso y amenazante de “Si no
hay solución, tomaremos la sección”. A pesar de que Vanguardia Revolucionaria
impuso el charrazo, se habían escrito
ya las primeras páginas de la ya célebre Primavera
Magisterial.
La efervescencia
El
ejemplo de los maestros de la Sección 9 se extendió a otras, en particular la
11. La disidencia ardía: a las afueras del congreso seccional de esta última,
los representantes democráticos de Bellas Artes (INBA) no podían entrar, y
estallaron trifulcas por doquier, a tal punto, que los granaderos del D.F.
estaban listos para intervenir a macanazos. Maniobras como estas se repiten
durante toda la sesión, hasta que queda claro que la mayoría la tiene la
oposición democrática.
Los
charros no ceden, así que la rabia estalla y tienen que salir huyendo de la sede,
a encerrarse en el local sindical, a donde son seguidos por la marea de
trabajadores. Así, encerrados y cercados, votan a su Secretario General,
Bernando Quezada, pero los trabajadores de base han ganado en la calle.
Los
maestros de primaria organizados en la Sección 9, convocan al paro nuevamente y
a una movilización masiva, mientras ponen en pie el Congreso de Representantes
Democráticos de Escuela en el que participaron 50 mil maestros del Distrito
Federal. Del Congreso, surge una nueva dirección, legítima, que la base
reconoce: 56 delegados votados a mano alzada que compondrán el nuevo Comité
Ejecutivo de dicha sección y que desconocen por completo a la dirección
impuesta por Vanguardia.
Como se
ve, la exaltación era particularmente exacerbada en la Sección 9 y el paro se
extiende a lo largo y ancho de la ciudad, como medida de fuerza y de
contundencia frente a las demandas, amparado en el apoyo popular que los
maestros van consiguiendo a través de las brigadas y los mítines improvisados
afuera de las escuelas, donde se explica a los padres de familia por qué no hay
labores y por qué la culpa es del gobierno y los charros.
Ya para
ese momento, la marea antiburocrática ha impactado al magisterio a nivel
nacional y comienzan a brotar por todos los rincones del país oposiciones
democráticas cuyo principal referente es la lucha dada por los maestros del
Distrito Federal. El descontento y la experiencia acumulada durante años arden
en el magisterio, en particular del sur del país, producto de una tradición
añeja en la lucha por salario y democracia.
El 17 de
abril, el conflicto se extiende a nivel nacional y más de medio millón de
maestros en Chiapas, Zacatecas, Puebla, Oaxaca, Nuevo León, Guanajuato y el
Distrito Federal, atienden al llamado de la CNTE para impulsar la huelga
nacional. Decenas de movilizaciones simultáneas se precipitan por las
principales capitales y los muros de las ciudades se pintan con la leyenda: “si
puedes leer esto es gracias a un maestro”.
El
gobierno, presionado por el imponente ascenso, fungió como mediador entre el
CEN del SNTE y los maestros democráticos durante el mes de abril, en particular
en el caso de la Sección 9. De la negociación, el gobierno emitió la propuesta
de convocar a un nuevo congreso seccional para septiembre y la formación de una
comisión ejecutiva paritaria que representara a los charros y al magisterio
democrático. Para las bases, se trataba de un acuerdo inaceptable, pero también
para los charros que sentían desmoronarse. El 23 de abril, la SEP publicó un
laudo en el que se inquirió a los maestros a regresar a clases, se convocó al
congreso seccional de la novena y se anunció la dimisión de Jonguitud Barrios.
Posteriormente, se anunció también el nombramiento de Elba Esther Gordillo como
Secretaria General.
El
magisterio democrático determinó entonces convocar a los congresos seccionales:
en el caso de la sección 22 de Oaxaca, con un comité ejecutivo que representaba
íntegramente al ala democrática. En el caso de la sección 9 aceptaron un comité
ejecutivo paritario, aunque con mayoría democrática, y en el resto de las
secciones, aceptaron comités paritarios y la promesa de convocar rápidamente a
nuevos congresos seccionales.
El
triunfo parcial en la sección 9 no se generalizó en el resto de los estados
donde por distintas vías se impusieron los charros: sea por debilidad de los
sectores democráticos, sea por maniobras abiertas de la burocracia que, en
algunos casos, trasladó los congresos a donde no pudieran llegar los maestros
democráticos. Al estar en reflujo la movilización, producto del desgaste y la
confianza en la realización de los congresos seccionales, el magisterio democrático
quedó aislado y los charros lograron seguir ocupando la mayoría de las
secciones del SNTE.
A manera de conclusión
Evocar
la primavera magisterial es inevitable frente al reciente encarcelamiento de
Elba Esther Gordillo, encumbrada por Salinas y ahora destronada por Enrique
Peña Nieto. Así como en 1989 una nueva
generación de maestros le dio un componente explosivo y radical a su primavera,
actualmente una nueva generación de maestros nutre ya el ejército de mentores
que siguen desempeñando su labor a nivel nacional. Esta generación está en
peores condiciones. Los charros y el gobierno les han arrancado sus derechos y
ahora están subcontratados, sin estabilidad en el empleo, sin derecho a la
basificación.
Es
menester que estas nuevas generaciones hagan suya la historia del magisterio,
aprendan de ella, saquen las lecciones y se preparen para luchar por las
demandas inconclusas del magisterio, en honor a sus muertos y perseguidos: la
democratización del sindicato, su independencia de clase y la defensa de sus
derechos elementales. Cuentan en su haber con una gran experiencia como la de
la primavera donde se dotaron de un organismo de autodeterminación como la
Asamblea Nacional de Representantes por Escuela, utilizaron el paro y la
movilización como método de lucha y empalmaron con los sectores obreros y
populares, enfrentando las trampas, la represión y el hostigamiento de la
burocracia. En primer lugar, es de vida o muerte para las y los maestros del
SNTE, repudiar de manera unitaria le injerencia del estado en el sindicato,
alertando que la imposición de Juan Díaz es un charrazo a la usanza del viejo PRI y tomando el camino de la
movilización contra la Reforma Educativa.
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