Tanto en los países centrales como en la periferia capitalista, los
trabajadores y el pueblo pobre somos obligados a pagar los costos de la crisis
económica mundial, una crisis de dimensiones históricas que nosotros no
provocamos y que cursa ya su quinto año.
En nuestro país, en los últimos meses se ha profundizado la ofensiva
antiobrera y antipopular con el avance de las reformas estructurales: primero
con la reaccionaria Reforma Laboral con que terminó el sexenio de Calderón y luego,
con el regreso del PRI al poder y el cierre de filas en el régimen expresado en
el “Pacto por México”, con la aprobación por el Congreso y posterior
promulgación de la Reforma Educativa.